Tras emerger en la costa alemana del Mar Báltico a finales de septiembre, y haber atravesado Luxemburgo, Francia, España y Portugal, la escultura llegará ahora al punto más suroccidental de la Europa continental y volverá a su lugar: el océano.

En Sagres, Portugal, termina su viaje. En él, nos ha recordado la importancia del océano, sus hábitats y sus habitantes, y vuelve al mundo submarino para seguir siendo testigo de la relación entre los seres humanos y el mar en aguas del océano Atlántico.

Portugal, así como el resto de la UE, se ha comprometido a proteger el 30% de sus aguas para 2030. Esto es crucial para frenar el ritmo de degradación de los hábitats y las especies y aumentar la resiliencia del océano frente a los impactos del cambio climático. Por desgracia, muchas áreas marinas protegidas  no tienen control suficiente y se siguen realizando prácticas pesqueras destructivas en ellas. Esto tiene que cambiar.

Antes de volver al agua, la escultura podrá verse el 19 de noviembre en Porto da Baleeira, donde se reunirán representantes del gobierno local, del ecoturismo, de la pesca y de las organizaciones ambientales, para tratar la necesidad de establecer áreas marinas protegidas y gestionarlas de forma responsable.